Domingo, 7 de Octubre de 2007
El
silencio era grande y mortífero. Todas y cada una de esas pocas personas que
podía llamar amigos me estaban rodeando, estaban esperando mis palabras,
querían una explicación.
Aquél
domingo el PUB de Usaquén, donde siempre nos reuníamos estaba algo diferente,
tenía los mismos meseros, la misma gente que todos los domingos, pero yo lo
sentía diferente, me faltaba ella. Carolina, sentada a mi izquierda, solo me
apretaba la mano muy duro, y me susurraba al oído que me tranquilizara, que
todo estaría bien.
Había
pasado como una hora, eran cerca de las diez, cuando los chistes preámbulo, las
palabras de aliento y lo más importante, la segunda jarra de cerveza se habían
acabado; era el momento de hablar ante todos.
¿Cómo
se narra lo que no se entiende? ¿Cómo podía explicarles a todos que no había
explicación? Tomé aire y empecé.
- - En algún
momento de nuestra vida pasamos de querer cambiar el mundo, a esperar con el
alma que nadie ni nada nos cambie nuestro mundo. A medida que los años pasan,
por algún extraño motivo empezamos a tenerle terror a los cambios, preferimos
nuestra vida con errores a arriesgarnos a encontrar la felicidad.
- Eso me paso con ella,
construí un mundo para los dos y jamás me di cuenta que era de arena. Tan
preocupado por construirlo lleno de detalles, de sueños, de esperanzas que no
miré la fragilidad con que se armó.
Mientras armaba ese mundo, creé de ella un
viejo sabio, una imagen en la que creí, esperé que me llenara de paz y fue lo
primero que se desmoronó, cuando me di cuenta que ella armaba su mundo con alguien
más.
Germán
no aguantó más y me interrumpió.
- - Es que
usted es un guevón, yo se lo dije y todos lo pensábamos, dejó a sus amigos de
lado por quien nunca le dio nada diferente a problemas.
- - Es cierto -Respondí-, mientras mi mundo se deshizo, yo sólo
me preocupé por mantener el que armé para ella y el de ella. Pero eso no
volverá a pasar, no pienso volver a estar con alguien que no esté dispuesta a
construir, a saber que el mundo no es de palabras, por que a esas se las lleva el viento.
Les
prometo que no volveré a estar con alguien que no quiera arriesgarlo todo, por
algo que nos debe unir, a darlo todo buscando ser feliz.
Carolina
me abrazo llorando, me recordó que si bien el 31 de octubre tendría que verla, me
avisó que todos irían para no dejarme solo y que estuviera tranquilo que ese
debía ser el día más importante de mi vida y nada podía arruinarlo.