Viernes, Septiembre 29, 2006


Y allí estaba, Sentado en las escaleras del Palacio San Francisco. Eran, algo así, como las seis y treinta, la verdad no lo recuerdo.  Aunque el frío carcomía mi rodilla derecha,  cualquier expresión de dolor estaba oculta en una extraña alegría, esa que solo da cuando se esta decido.

Por primera vez, no me había detenido a tratar de contar los pisos de la torre de Avianca. Cuando entré al palacio tampoco traté de recordar todos los grandes personajes que sabía que allí alguna vez habían estado. Ese miércoles no quería que el día pasara ni rápido ni lento, no quería pensar que iba a almorzar o que tan mala sería la película que vería en la cátedra de Cine. Ese día, todo lo que quería es que llegara ese espacio entre las seis y cincuenta y las siente de la mañana en que todas las personas esperan sus clase con algo de pereza, ese lapso del día en el que salen las mejores conversaciones, cuando se esta lo suficientemente dormido para que los comentarios pesados no se entiendan, pero suficientemente despierto para que un buen comentario alegre el resto del día…


A eso de las seis y cuarenta el Palacio empezó a llenarse rápidamente, el silencio que me había estado haciendo compañía, que me tenía tranquilo y decidido, había desaparecido. Poco a poco mis compañeros de clase los vi llegar, algunos se quedaron al lado mío preguntándome si había quiz, comentándome sobre el nexo de causalidad, y del por que aquella sentencia si debió casar… ¿Quiz? ¿Nexo de causalidad? ¿Casación? Ese fue el preciso momento que note dos cosas: la primera, cuan aburridos podemos ser los estudiantes de Jurisprudencia y la segunda que tenía tantos nervios que esos sencillos comentarios, en ese momento, mi cerebro los asocio con algún idioma de esos inentendible; no se si no entendía o simplemente no quería escuchar absolutamente nada de lo que mis compañeros hablaban, solo sé que mi mirada cada instante que pasaba, se clavaba más en la entrada del Palacio.

Eran las seis y cincuenta, el profesor con el que tenía clase a las siete entro al palacio, mis compañeros inmediatamente se pararon, algunos caminaban unos cuantos pasos delante de él, otros a su lado, pero todos seguían el camino que él les mostraba como las ovejas siguen el camino del perro pastor cuando las lleva rumbo al establo. Aunque fue un poco extraño no seguir al profesor como uno más de esos animales entrenados que la gente suele llamar estudiantes, yo me quede ahí, inalterable, del lado derecho del quinto escalón de las escaleras principales del Palacio San Francisco, lleno de nervios y sin quitar la mirada de la entrada.

 Aunque sentía que habían pasado como dos eternidades completas desde que me había sentado a esperar, es como si de pronto el reloj de mi celular hubiera optado por creer que los minutos eran de menos de sesenta segundos, pues, cada minuto lo sentía pasar más rápido que el anterior. Mientras me desesperaba por ver como pasaba el tiempo, una mujer de esas que por simple inercia caen bien, pasó por la puerta y se dirigió directamente hacia mí. Luego de saludarme, se paro de tal manera que me impedía ver la entrada del palacio, me pregunto por un comentario que yo había dicho hacía unos días en una clase, eso me permitió recordar de donde la conocía. Mientras le respondía noté que ella  estaba tan interesada en mi respuesta, como yo en dársela y que lo único que quería era conversar. Cuando la conversación comenzaba a ponerse interesante, un pálpito en el corazón me hizo levantarme ligeramente del escalón para observar por última vez la puerta del palacio antes de perder definitivamente las esperanzas y concéntrame en hablar con tan amable persona. Al observar por encima de su hombro, la vi: había llegado. Bastó con ver un pequeño mechón de pelo para estar seguro que la que estaba apunto de pasar por la puerta era ella.

Como pude me despedí de la niña dejándola literalmente hablando sola. Empecé a caminar rápidamente hacia la puerta pues quería hablar con ella, antes que las amigas la vieran, sabía que con ellas al lado no sería capaz. En diez o doce pasos que di, empecé a notar que tenía tantos nervios que las manos se me habían puesto frías,  y que se me dificultaba caminar. Apenas me vio, me sonrió. Ese momento pare de respirar, estaba hermosa, mientras se acercaba a mi no paraba de sonreír y la verdad yo tampoco, sus ojos estaban brillantes como el sol en un bello día y su piel canela, simplemente me cautivo. Sacando las pocas fuerzas que mis nervios no se hubieran llevado, le señale el lado derecho del palacio y ella me siguió. Al parar de caminar, noté que ella estaba justo detrás de mí, gire, y la salude, ella me dio un pequeño rose de mejillas de esos que llamamos beso, ya con eso, me había alegrado unos cuantos días.

Después de las preguntas de rigor ¿cómo estas? ¿Cómo te fue en? ¿Qué vas a hacer? ¿Qué tal esto?, lo había notado, no iba a ser capaz. La sonrisa que me había dado verla, empezó a desaparecer y la rabia por ser tan tonto y no ser capaz me empezaba a invadir.

Cuando yo me había resignado y estaba apunto de despedirme, vi a las  amigas de ella a la distancia y supe que si no era en ese preciso momento jamás iba a ser capaz, entonces lo hice. Hice una de esas preguntas que los hombres hacemos infinitas veces en nuestra vida, pero que siempre que de verdad queremos saber la respuesta nos llena de nervios  y de angustia…


¿ME DAS TU TELÉFONO?

El silencio fue impresionante, y un escalofrío que recorrió mi cuerpo me lleno de angustia. Ella no se alcanzaba a imaginar todo lo que hice para poder ser capaz de preguntarle,  y ella simplemente se quedo callada. Mientras bajaba la mirada lentamente me detuve un segundo en su boca y note como lentamente una gran sonrisa, como las que usualmente tiene, empezaba a salir. La angustia se disipo rápidamente y fue remplazada por otra sonrisa, la mía.  Pasaron dos o quizás tres segundos antes que de su voz saliera una respuesta y cuando salió, fue una sola palabra, que yo, casi no puedo creer…

¡CLARO!

"Quizás para ella solo fue darle su número a un conocido más para mi fue algo que me alegraría la vida por muchos, muchos días más."

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One Response so far.

  1. soledad says:

    Soy dani desde un gmail distinto: te quedo muy chevere! escribes excelente :) Como te lo prometi aqui te dejo el cmmt, pero ya sabes que pienso de el, ojala un dia escribas uno acerca de mi jajajaj :)

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