Domingo, Octubre 1, 2006

La consecución de sentimientos es constante y detestable. Sí bien, tener su teléfono me había vuelto preso de la alegría; el no saber cuándo llamar ahoga la claridad en ese engorroso sentimiento... la duda.  Levanté el teléfono un par de veces, marcaba  tres o cuatro números sin problemas, pero luego mis dedos dudaban excepto para colgar, no era capaz de hacerlo. 

La verdad nunca he sido bueno para llevar la iniciativa y menos la de la primera llamada. Siempre he creído que si uno quiere algo serio, la primera conversación por teléfono es determinante pues en ella es cuando  los cuerpos no distraen el alma, los impulsos se contraen y se puede saber de verdad si lo que hay ahí tiene futuro.

Con mi cuerpo sobre un sofá de mi casa, pero con la mente unos kilómetros más arriba  solo lograba pensar en miles de razones del por qué no debía llamar - ¿Y si no está? ¿Y si es el número equivocado? ¿Y si me dio el numero solo por cortesía? - sin embargo y por algún extraño motivo esas preguntas solo avivaban mis deseos de escucharla.

Siendo evidente mi incapacidad para llamar, salgo a caminar esperando al igual que cualquier humano, que del cielo llegue una solución. Camino hasta el parque grande que hay cerca de mi casa, me recuesto sobre mi silla favorita, aquella que esta oculta bajo un pequeño árbol mientras tanto en mi cerebro queda una sola duda ¿y de qué le voy a hablar?

Cuando trato de responderme tan horrible pregunta empiezan a llegar algo mucho más mortificarte que las dudas; los sueños. Empiezo a imaginarme noches enteras de risas, de llamadas cruzadas, de hablar hasta dormir, de sueños confesados y futuros que se podrían entrelazar... - Tengo que llamarla. Lo había decidido.

Mientras marcaba desde mi celular los tres primeros números, me levante de la silla, caminé unos pocos pasos y me recosté sobre un montículo y allí me trate de distraer haciendo figuras con las nubes, marque los números restantes; las dudas se habían ido


- Sonó el primer timbre ..... todas las fuerzas de mi cuerpo se enfocaron en impedir que mi dedo oprimiera el   botón de colgar. 

- Sonó el segundo timbre ...  me di cuenta que casi olvido hasta mi propio nombre.

- Sonó el tercer timbre ...  y había notado que en las nubes solo veía su sonrisa

- Sonó el cuarto timbre ...  La desilusión empezaba a llenar mi alma iba a colgar en dos timbres más

- Sonó el quinto timbre ... 



- ¿Aló, Juliana por favor?

Categories: ,

Leave a Reply