Sábado, Octubre 6, 2007

Hace tan solo un año comenzó el mejor día de mi vida, día que hoy acabo –justo cuando no quería- . Poco a poco las luces de la ciudad se apagan y de nuevo la vida parece seguir su camino y el estruendoso ruido de los pájaros era la señal inequívoca que un nuevo día comenzaba; uno que no quería vivir.

Las lágrimas no avanzaban, el frio las dejaba en las mejillas mostrando el rumbo de mi desesperación y esa maldita costumbre mía a retar el frio parecía una lucha perdida con la hipotermia que, si bien hasta ahora comenzaba, ya podía sentir sus  estragos.

La neblina poco a poco empezaba a desaparecer en el paisaje refugiándose en mi alma, mientras que yo solo me aferraba  a  aquella larga línea de metal que impide - en este mirador - cometer una estupidez.  Giré la cabeza al lado derecho y vi como Carolina se bajaba del auto del novio:

-         -  Te estabas tardando - le grite con la voz entrecortada.

Inmediatamente después seguí mirando con los ojos cerrados, desde el segundo mirador de la Calera, como Bogotá iniciaba su día mientras yo terminaba algo más que el mío.

Poco a poco Carolina se acercaba a mí y mi cara empezaba a arrugarse, mis ojos a llorar con más fuerza y mi respiración a entre cortarse. Fue solo cuestión de segundos su camino pero cada paso me ahogaba más y más, sabía que me iba a decir y yo no la quería oír. 

Cuando sentí su mano sobre la mía mi respiración se detuvo, las lágrimas se apresuraban a salir pero, en el momento en que apretó con fuerza mi mano, me sentí morir.

Carolina me cogió de la quijada,  lentamente corrió mi cara para vernos  directamente. Justo en el momento en que mis ojos quedaron frente a los de ella, empezó a llorar tanto o más que yo, sin dejarme entender si lloraba por horror o por lastima de verme así.

-              -  Juan ya supe, ya todos supimos y llevamos toda la noche buscándote.

En el instante que terminó de decir eso supe que nada tenía marcha atrás, los dolores corporales que el dolor del alma ocultaba empezaron a salir a flote, mi rodilla derecha cristalizada por el frio, comenzaba a acabar con las pocas fuerzas que me quedaban. Como pude me lancé sobre ella y comencé a llorar.

Como explicarle a quien más que mi mejor amiga, ha sido mi hermana pequeña, a quien he cuidado, protegido y defendido, como decirle que quien siempre me ha visto  fuerte, como quien nunca la ha dejado caer, que con tan solo siete palabras perdí el rumbo de la vida.

Me encantaría decirle que en mi alma solo quedan sonrisas vacías, momentos preciosos que empiezan el lento e indescriptible camino a difuminarse, que lo que ayer era un mañana hoy, solo es un atrás. A veces es tan difícil  explicarle a la gente lo que ellos saben, como decir que la vida no puede ser solo amor, que puede que el amor no se acabe, pero muchas veces no es suficiente. 

-            -   Lo supuse, y sabía que solo tu podías saber donde iba a estar

-            -   No fue fácil, lograr buscarte ir hasta tu casa y no matar de preocupación a todos

-            -  ¿Hasta mi casa?

-            -   Sí, Te traje algo.

En ese preciso momento de su chaqueta sacó un pequeño rombo de Origami, algo dañado de varios colores, aquel rombo que Juliana había hecho, hace exactamente un año, el día que todo había comenzado y que yo guardaba con recelo. Mientras por mi columna pasaba la sensación más horrible que alguna vez pude haber sentido, ella puso aquel rombo en mi mano y un encendedor en el otro, solo atiné a tirar ambas cosas al suelo y gritar mientras lloraba

-            - ¿Cómo me va a hacer esto? Es el único recuerdo que me queda de lo que creí que era ella y ahora me pide que lo   elimine.

Carolina, secándose las lágrimas recogió el rombo y el encendedor del piso, y mientras movía su cabeza en forma de negativa, me dijo:

-          Vámonos, lo necesitas, todos están en la casa de Felipe esperando a que yo te lleve para que expliques por que...

Justo antes que ella terminara la frase, mi alma y mis ojos se cerraron, mis oídos se silenciaron mientras sentí como mi rodilla izquierda me fallaba y caía al suelo.

Cuando abrí los ojos todas y cada una de las personas que puedo llamar amigos estaban alredor mío, apoyándome demostrándome que no estaba solo, pero yo solo volví a llorar. Así no quisiera, era justo explicarles por que había terminado todo con Juliana




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